Estoy soltera desde hace poco más de dos meses, pero recién ahora, sentada en una terraza, tomando vino, comiendo un sánguche con jamón ibérico (de mis placeres favoritos en este mundo) o para los entendidos un bocata español... y leyendo un libro autobiográfico de Fito Páez que acabo de comprar hace un rato y por casualidad en la librería cerca de casa. En uno de esos paseos en el que solo salgo de casa porque sí y porque soy pata de perro.
Bueno, regreso a lo que iba... Recién en este instante caigo en cuenta lo que se siente estar soltera otra vez (sí, ya tengo más de 30 y algunas relaciones por detrás) y me invade una paz inusual, a pesar del ruido de los buses, la calle estallada de gente yendo de aquí y para allá, y el tráfico barranquino de un viernes por la noche.
Me siento sola, con cierta melancolía o nostalgia, ya no sé, pero muy augusto en esta soledad. No necesito a nadie. No extraño a nadie. Me siento bien. Tranquila. Hoy no me importa manchar el libro con comida y que ya no huela a nuevo. Tengo algunas obsesiones librescas, ya lo sé. No presto libros. Hoy, uso de separador una bolsa de papel y me las arreglo. Me parece lindo todo esto. Me parece lindo estar leyendo en la calle también. Normalmente no lo disfruto. Prefiero leer en el silencio absoluto. En casa, sola. Cuando nadie me ve. Hoy sí. Qué raro. Pero qué lindo. Que lindo compartir conmigo. Qué lindo mimarme con las cosas simples de la vida: un libro, comida y vino. Y yo. Y tiempo. Tiempo para mí. Tiempo. “El tiempo es la materia que nutre la emoción“, como dice Fito.
Y entonces, me provoca escribir…
viernes 11 de agosto del 2023
Barranco.